Testimonios

La música. Algo tan primario que todo el mundo conoce, tan sencillo pero a la vez tan complejo, si tratamos de comprender cómo puede afectar de lleno a nuestras emociones, sentimientos, recuerdos… Y el universo. Algo tan complicado pero que no necesitamos comprender para formar parte de él de manera indisoluble, hasta el punto de que las partículas primordiales que conforman nuestros átomos, moléculas y células y por tanto nuestro entero organismo son exactamente las mismas que en cualquier otro lugar de este inimaginablemente grande espacio y tiempo, y existen prácticamente desde su creación. 
Pues bien, puede que al final estén íntimamente relacionados. Me explico: la ciencia desarrollada por el ser humano ha llegado a identificar las mencionadas partículas como quarks, electrones y neutrinos, de las cuales —y sus combinaciones— está formado absolutamente todo lo que en el universo podemos ver o detectar en cualquier longitud de onda. Además de las citadas hay toda una pléyade de otras partículas derivadas o relacionadas con ellas pero que solo existen de manera muy efímera en condiciones extremas en laboratorio o —según la teoría unánimemente aceptada— en los albores del universo inmediatamente después del big bang, pero no es mi intención profundizar más en cuestiones científicas fuera de mi alcance y supongo que del común de los mortales. 
Sin embargo sí quiero resaltar lo sorprendente e inspirador que resulta que las últimas teorías que bullen en la mente de los astrofísicos, la llamada Teoría de Cuerdas con sus correspondientes variantes —incluida una de Supercuerdas— sugieren que esas partículas y todas las que de ellas se derivan y que son los ladrillos primordiales que forman todo lo que en nuestro universo existe incluidos nosotros mismos, no son más que cuerdas —inconcebiblemente pequeñas— que vibran en diferentes longitudes de onda y por tanto con diferentes frecuencias, y que dicha longitud de onda sería la que determinaría ser una u otra partícula primordial. Cuerdas vibrando con diferentes frecuencias… mmmmm, o sea, ¡¡¡MÚSICA!!! Je, je, la verdad es que no puedo evitar que asome a mi rostro una cierta sonrisa lobuna, sin maldad o resentimiento, no vayáis a creer, a la vez que en mi interior aflora el pensamiento de que algunos ya lo sabíamos...

Guitarrista y cantante profesional, astrofísico e informático autodidacta

Que el arte y la ciencia llevan haciendo ligalismo toda la vida es algo que científicos y artistas saben desde siempre. Porque cualquiera de ellos es consciente que todo avance en el campo que sea, necesita de lo multidisciplinar para poder ser realizado. La creatividad humana es, de hecho, una actividad que se retroalimenta de sí misma y que sumerge sus inspiraciones en todas las fuentes del saber, mezclándolas, agitándolas, depurándolas.
Cuando hace ya bastantes meses, el profesor Fernando Bolívar me habló de ligarme para el ligalismo, me pareció una propuesta divertida. Divertirse es la primera premisa para que las cosas fluyan y funcionen. El sentido del humor, además, debería ser un componente más de nuestros procesos creativos y la mejor manera de trabajar seriamente en algo.
Ligalismo, ya la propia palabra destila sentido del humor, adecuada señal para que algo salga bien.
Deduzco que la invitación de mi amigo Fernando estaba motivada por mi labor como artista de ecléctico trabajo, que dialoga constantemente con lo científico y se regodea —en muchas ocasiones— en el misterio de los gabinetes de curiosidades. También en mi labor como investigador en la que, junto al Grupo de Investigación “Arte, Ciencia y Naturaleza” de la Universidad Complutense, realizamos una tarea de aproximación entre disciplinas que ha culminado en distintas colaboraciones, publicaciones y exposiciones en instituciones tales como el Jardín Botánico de Valencia, o el de Madrid, el Museo de la Evolución Humana de Burgos, la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, el Museo de Anatomía Comparada o el de la Farmacia Hispana de la UCM, entre otras.
La relación entre el arte y el conocimiento no solo es estrecha, también es indesligable. La imagen siempre ha sido el vehículo indispensable para que la ciencia avance. El dibujo ha sido la herramienta precisa para hacer visible lo invisible, conformar teorías, delimitar territorios, plasmar el universo, marcar recorridos, mostrar formas, descubrir las diferencias, definir acciones, indicar procesos, enseñar maneras de uso, documentar la historia, definir porcentajes, construir ciudades, diseñar objetos, marcar límites, convertir lo tridimensional en bidimensional, diseccionar el mundo, abrirlo como una monda de naranja y reducirlo al tamaño de un folio para que podamos recorrerlo con un dedo. Y cuando el dibujo no ha podido, lo ha hecho la fotografía y cuando no, las radiografías, las resonancias, las simulaciones digitales, la realidad aumentada, los gráficos 3D…
Evidentemente tanto lo artístico, como lo científico, y sus modelos, han ido evolucionando junto con sus herramientas y conceptos, de la misma manera que las relaciones entre sus protagonistas —artistas y científicos— también lo ha hecho. Pero la necesidad de construir a partir de imágenes y la necesidad de apoderarnos de lo construido también a partir de ellas, eso no ha cambiado, porque prácticamente todo lo creado por el ser humano ha sido antes imagen —dibujo—, o ha acabado registrado en alguna.
El célebre guiño de Jorge Luis Borges —en su "Del rigor en la ciencia”— a los cartógrafos de lo imposible afanados en hacer una mapa a escala real del imperio, parece haber encontrado en Google Maps el mejor alter ego. Que las maneras de ver y de captar imágenes han cambiado, es evidente, como también lo es las diferentes maneras de ver y entender el mundo.
Ya no recorro con el dedo las sinuosas líneas que marcan las fronteras entre países del viejo mapa que colgaba en el despacho de mi abuelo. Ya no continuo mi viaje deteniendo mi índice sobre la palabra mar, pensando en cómo las líneas forman letras y éstas palabras que dan nombre a las cosas, para saltar a golpe de dedo de continente a continente. O bueno, tal vez sí. Pero de manera diferente. Ahora mi dedo presiona sobre un ratón y dirige un puntero hacia la inmensidad de los mares y me deja aproximarme a islas remotas para, saltando de una a otra, recorrerlas desde el cielo. Gran parte de nuestra realidad la conocemos o reconocemos sin haberla visto nunca, gracias a la imagen, al dibujo que tenemos de ella. Hay una parte de la magia —esa que me hacía volar con la imaginación sobre el mapa— que ha cambiado por otra magia nueva —esa que me hace volar con la imaginación sobre el mapa. Las imágenes siguen teniendo la capacidad de incitarnos a imaginar, a conocer, a volar. Y la ciencia la capacidad de conseguir que lo hagamos. Por lo tanto, y a pesar de los cambios, es importante que sigamos estrechando los lazos si queremos seguir sorprendiéndonos, disfrutando o volando. Y quizá el ligalismo sea una manera original de hacerlo.

Artista plástico, Profesor de Dibujo. Facultad de Bellas Artes. Universidad Complutense de Madrid

La idea del ligalismo plantea no más —ni menos— que la propuesta de integración de elementos artísticos, científicos y didácticos en una plataforma de expresión común, en la que la interacción de la diversidad sea nexo de participación del espectador con el contenido de la propuesta. 
A lo largo del siglo XX las manifestaciones artísticas se identificaron en gran medida con los rasgos definidores del individualismo. El artista y, como consecuencia, el Arte, enfatizaron su función de referencia diferenciada como única, dirigiendo la mirada del espectador hacia lo singular con el propósito de establecer contrapuntos de interpretación del espacio socio-cultural. En el siglo XXI, este modelo deviene insuficiente: en un mundo en el que participación colectiva se hace imprescindible, en el que las socio-tecnologías permiten, no ya el acceso al conocimiento, sino su modulación colaborativa, el artista –los artistas– buscan nuevas fórmulas de expresión aunando diversas fuentes de conocimiento y comunicación.
A partir de estos presupuestos y tras la propia experiencia creativa de diversos autores reconocidos que conjugan la plástica pictórica con esencias científicas, ligado a la enorme fuerza expresiva del arte flamenco y la literatura en un marco de nuevas sugerencias poéticas y visuales, cabe también plantear que surgen de un espacio concreto, Andalucía, que quiere a su vez establecer nuevas relaciones con otros ámbitos, o dicho desde los presupuestos teóricos que dan vida a este proyecto, establecer relaciones de ligalismo con otros ámbitos culturales, sabiendo que estos intercambios de ida y vuelta amplían siempre el horizonte cultural.

Fotohistoriador el primero, documentalista la segunda

Decía ya el gran Cohelet, en el bíblico Eclesiastés, que… “lo que es… ya fue… y lo que fue… será…”.  Sentenciaba este pensamiento rubricando: “… No hay nada nuevo bajo el sol…”
Me viene esta reflexión a la cabeza cuando intento adentrarme en la idea del Ligalismo. Esta original doctrina, novísima y antiquísima al mismo tiempo, conecta a muy diversos pensadores, artistas, científicos y teóricos matemáticos… No es una corriente de pensamiento, sino una filosofía de vida… un “saber estar” en nuestro paso por esto que llamamos vida, y que no es más que un segundo cósmico que se nos ha otorgado, como un bendito préstamo que nos ha concedido “el Creador”… para que nuestro espíritu sea “rebozado” y vestido por una capa de materia orgánica, un traje envolvente que nos permite interactuar con la Naturaleza.
Ese creador, que algunos llamamos Dios, y otros llaman Naturaleza, nos ha concedido un instante vital… un “momento de gloria”, para que nuestro espíritu pueda manifestarse en relación a su entorno.
Pero son muy pocos los que saben aprovechar ese “segundo cósmico” que nos han prestado… La mayoría de los seres humanos no encontramos sentido a nuestra vida, y otros muchos ni siquiera tienen el menor interés en encontrarlo.
Sin embargo, el Ligalismo es uno de los estímulos y atractivos del vivir diario… que supone un efecto llamada al “corazón y al sentimiento”  … el pintor no es solo pintor… el matemático no es solo matemático… el arquitecto no es solo arquitecto… el músico no es solo músico… (¡¡tan fácil y tan difícil a la vez!!).
Pero… no nos engañemos. Esta preciosa idea de conjunción de voluntades, sentimientos, aptitudes y pensamientos, es una idea novísima y rejuvenecedora… pero… como decía Cohelet: “… no hay nada nuevo bajo el sol…”
El Ligalismo es novísimo y original, como original y revolucionario es su fundador, el gran Fernando Bolívar… pero el Ligalismo ya existía hace tres mil años… tal como describe la Historia a los grandes hombres de la Antigüedad: … ¿acaso no era ligalista Zoroastro…? ¿acaso no era ligalista Pitágoras…? ¿no era ligalista Arquímedes…? ¿no era ligalista Leonardo da Vinci…? ¿no era ligalista Newton…?
… Casi todos los sabios de la Antigüedad eran ligalistas, sin saberlo, porque cultivaban con fruición todas las artes, las letras y las ciencias… y todas ellas unidas por la filosofía.
Me uno al sentimiento del Ligalismo, como filosofía de vida… y felicito a Fernando Bolívar por esta magnífica iniciativa, tan de agradecer en estos tiempos de ausencia de ideales, y de apatía vivencial.
El Ligalismo ha refrescado la idea del Humanismo, como conexión electro-universal de lo mejor del ser humano, expresado en arte, en ciencia, en ética y en sentimiento…
El mundo necesita muchos ligalistas… y muchos Fernandos Bolívar… porque el mundo necesita más que nunca recuperar la ilusión en el ser humano… y devolver la esperanza en todas las virtudes que subliman nuestra presencia en este minúsculo y aislado planeta llamado Tierra.

Médico, amante de la Naturaleza, fundador de ADENA-Granada

No es que esté de moda, pero el verbo sumar es justo y necesario e incluso es nuestro deber y salvación. El sistema se empeña en otras operaciones, en otros verbos casi siempre conjugados en imperativo como restar o dividir.
Mantengo de siempre la reflexión, que ya en mi vida ha alcanzado el rango de ley, de que la vida de un naturalista, que por cierto es lo único que a ciencia cierta es lo que considero que soy, ha de ser la de un humanista.
Distinguir al vuelo un águila calzada de otras aves similares y además saber que se trata de un ejemplar en fase clara, es ejercicio que conlleva un retrogusto por la clasificación, por la diversidad, por la riqueza que nos propone la vida. Gracias a mi pasión por todo ello, hoy distingo a la perfección un hip hop de un rap.
Ligalismo es medicina para este siglo XXI, pero no puedo evitar que esa filosofía multidisciplinar me lleve a gente admirada por mí, nacida, por ejemplo, en el delicioso XIX. Livingstone o Burton o nuestro tío Charles Darwin... vivieron a tope, apasionados por la exploración y el reconocimiento de la biogeografía. En todos ellos se dio una máxima que iba más allá de sus singulares cualidades: una mirada amplia e integradora que abarcaba mucho más que el objeto de su deseo.
Hoy todo ello impregna mi trabajo y mis relaciones. Desconfío de los especialistas. El reconocimiento por mi parte de su valía me dura lo que un bizcocho a la puerta de un colegio. Quiero humanistas especializados a mi lado, pero con una mirada generalista por encima de todo y al servicio de todos.
El jueguecito peyorativo que se cruza de siempre en el camino de las personas que se dedican a la defensa de la naturaleza, y que casi siempre viene de la mano de un ser humano que no se dedica a nada con expresiones como: “tanto defender a las ballenas y ¿qué pasa con los niños que se mueren de hambre en Somalia?"... me pone negro. Quien crea que una mujer o un hombre que luchan por la defensa de los animales es pasota en materia humanitaria, sencillamente es que no conoce mi tribu.
Decía, como agnóstico practicante que soy, al inicio de este escrito, que el ligalismo (la suma) es nuestro deber y salvación y creo no errar. Las virtudes de esta prospera tendencia social y edificante, están más vigorosas cuando las aderezamos con otra palabra esencial: implicación . Al servicio de un tiempo, en contra de la norma inoculada por la maquina de picar carne en que se ha convertido nuestra forma de vida, el hacerse acompañar de otros saberes y sabios rompiendo así el individualismo existencial y cultural al que nos empujan. Así avanzaremos y avanzarán las siguientes generaciones de habitantes de esta nave a la deriva y perfecta que es La Tierra.
Los modernos han encontrado el término cacofónico y gallináceo perfecto para ampliar la nomenclatura de la vida en sociedad: cocrear.
Mono desnudo, social y loco como soy, la incorporo pero ya, en mi hoja de ruta.

Naturalista, director del Gabinete de Historia Natural de Madrid

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