Luis Miguel Domínguez

No es que esté de moda, pero el verbo sumar es justo y necesario e incluso es nuestro deber y salvación. El sistema se empeña en otras operaciones, en otros verbos casi siempre conjugados en imperativo como restar o dividir.
Mantengo de siempre la reflexión, que ya en mi vida ha alcanzado el rango de ley, de que la vida de un naturalista, que por cierto es lo único que a ciencia cierta es lo que considero que soy, ha de ser la de un humanista.
Distinguir al vuelo un águila calzada de otras aves similares y además saber que se trata de un ejemplar en fase clara, es ejercicio que conlleva un retrogusto por la clasificación, por la diversidad, por la riqueza que nos propone la vida. Gracias a mi pasión por todo ello, hoy distingo a la perfección un hip hop de un rap.
Ligalismo es medicina para este siglo XXI, pero no puedo evitar que esa filosofía multidisciplinar me lleve a gente admirada por mí, nacida, por ejemplo, en el delicioso XIX. Livingstone o Burton o nuestro tío Charles Darwin... vivieron a tope, apasionados por la exploración y el reconocimiento de la biogeografía. En todos ellos se dio una máxima que iba más allá de sus singulares cualidades: una mirada amplia e integradora que abarcaba mucho más que el objeto de su deseo.
Hoy todo ello impregna mi trabajo y mis relaciones. Desconfío de los especialistas. El reconocimiento por mi parte de su valía me dura lo que un bizcocho a la puerta de un colegio. Quiero humanistas especializados a mi lado, pero con una mirada generalista por encima de todo y al servicio de todos.
El jueguecito peyorativo que se cruza de siempre en el camino de las personas que se dedican a la defensa de la naturaleza, y que casi siempre viene de la mano de un ser humano que no se dedica a nada con expresiones como: “tanto defender a las ballenas y ¿qué pasa con los niños que se mueren de hambre en Somalia?"... me pone negro. Quien crea que una mujer o un hombre que luchan por la defensa de los animales es pasota en materia humanitaria, sencillamente es que no conoce mi tribu.
Decía, como agnóstico practicante que soy, al inicio de este escrito, que el ligalismo (la suma) es nuestro deber y salvación y creo no errar. Las virtudes de esta prospera tendencia social y edificante, están más vigorosas cuando las aderezamos con otra palabra esencial: implicación . Al servicio de un tiempo, en contra de la norma inoculada por la maquina de picar carne en que se ha convertido nuestra forma de vida, el hacerse acompañar de otros saberes y sabios rompiendo así el individualismo existencial y cultural al que nos empujan. Así avanzaremos y avanzarán las siguientes generaciones de habitantes de esta nave a la deriva y perfecta que es La Tierra.
Los modernos han encontrado el término cacofónico y gallináceo perfecto para ampliar la nomenclatura de la vida en sociedad: cocrear.
Mono desnudo, social y loco como soy, la incorporo pero ya, en mi hoja de ruta.

Naturalista, director del Gabinete de Historia Natural de Madrid

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