Ernesto Baquero

La música. Algo tan primario que todo el mundo conoce, tan sencillo pero a la vez tan complejo, si tratamos de comprender cómo puede afectar de lleno a nuestras emociones, sentimientos, recuerdos… Y el universo. Algo tan complicado pero que no necesitamos comprender para formar parte de él de manera indisoluble, hasta el punto de que las partículas primordiales que conforman nuestros átomos, moléculas y células y por tanto nuestro entero organismo son exactamente las mismas que en cualquier otro lugar de este inimaginablemente grande espacio y tiempo, y existen prácticamente desde su creación. 
Pues bien, puede que al final estén íntimamente relacionados. Me explico: la ciencia desarrollada por el ser humano ha llegado a identificar las mencionadas partículas como quarks, electrones y neutrinos, de las cuales —y sus combinaciones— está formado absolutamente todo lo que en el universo podemos ver o detectar en cualquier longitud de onda. Además de las citadas hay toda una pléyade de otras partículas derivadas o relacionadas con ellas pero que solo existen de manera muy efímera en condiciones extremas en laboratorio o —según la teoría unánimemente aceptada— en los albores del universo inmediatamente después del big bang, pero no es mi intención profundizar más en cuestiones científicas fuera de mi alcance y supongo que del común de los mortales. 
Sin embargo sí quiero resaltar lo sorprendente e inspirador que resulta que las últimas teorías que bullen en la mente de los astrofísicos, la llamada Teoría de Cuerdas con sus correspondientes variantes —incluida una de Supercuerdas— sugieren que esas partículas y todas las que de ellas se derivan y que son los ladrillos primordiales que forman todo lo que en nuestro universo existe incluidos nosotros mismos, no son más que cuerdas —inconcebiblemente pequeñas— que vibran en diferentes longitudes de onda y por tanto con diferentes frecuencias, y que dicha longitud de onda sería la que determinaría ser una u otra partícula primordial. Cuerdas vibrando con diferentes frecuencias… mmmmm, o sea, ¡¡¡MÚSICA!!! Je, je, la verdad es que no puedo evitar que asome a mi rostro una cierta sonrisa lobuna, sin maldad o resentimiento, no vayáis a creer, a la vez que en mi interior aflora el pensamiento de que algunos ya lo sabíamos...

Guitarrista y cantante profesional, astrofísico e informático autodidacta

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