Cuando cumplí siete años, mi abuelo materno, me introdujo en una forma de “ligalismo”, regalándome un libro del terrible florentino, en el que una vez superadas cinco páginas con sus inventos más conocidos, desgranaba una serie de fábulas de contenido no precisamente infantil, “Fábulas de Leonardo Da Vinci”, era el título del volumen que aún...